Dormir entre 7 y 8 horas por noche no es solo una recomendación básica: es una necesidad biológica, sobre todo si buscas envejecer con salud, así lo confirma un estudio reciente citado por Women’s Health, que refuerza el papel del descanso nocturno en la preservación de funciones cognitivas, inmunológicas y metabólicas.
La duración del sueño se ha vuelto una variable clave para los investigadores que estudian el envejecimiento saludable. Y aunque es común que, con el paso del tiempo, el sueño se vuelva más ligero o más corto, mantener un rango constante entre siete y ocho horas puede marcar la diferencia entre un deterioro progresivo o una vejez activa y lúcida.
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Dormir poco: efectos a largo plazo
Menos de siete horas por noche puede parecer inofensivo en el corto plazo, pero diversos especialistas han asociado esta práctica a un mayor riesgo de hipertensión, diabetes tipo 2, trastornos de memoria y enfermedades neurodegenerativas. Según el mismo artículo de Women’s Health, el sueño insuficiente también afecta directamente el sistema inmunológico y puede acelerar el deterioro cognitivo.
Durante el descanso profundo, el cerebro elimina residuos metabólicos, refuerza conexiones neuronales y repara daños, esta actividad regenerativa es particularmente crítica en etapas de envejecimiento.
¿Y si no puedo dormir bien?
La calidad del sueño tiende a deteriorarse con la edad, ya sea por cambios hormonales, estrés o malos hábitos. Pero existen formas de contrarrestarlo, el mismo informe recomienda establecer rutinas estables, evitar la luz azul antes de acostarse y mantener una alimentación ligera en las noches.
También vale la pena señalar que cada cuerpo tiene un umbral distinto, aunque el estándar médico se sitúa entre 7 y 9 horas, algunas personas descansan bien con solo 6, mientras que otras necesitan más de 8 para funcionar a su máximo nivel, el punto clave es la percepción de descanso real al despertar.