¿Tienes cerca a alguien que parece no hablar de otra cosa más que de lo mal que le va en la vida? ¿Una persona que transforma cualquier conversación en un mar de quejas y lamentos? La psicología tiene un nombre para ese comportamiento: victimismo crónico, una actitud que, aunque no es considerada un trastorno por sí misma, puede deteriorar los vínculos personales y generar consecuencias emocionales tanto en quien lo padece como en quienes lo rodean.
Según el portal especializado Psicología y Mente, las personas con este patrón tienden a atribuir a factores externos todas sus desgracias, desentendiéndose de cualquier responsabilidad personal, la constante queja, lejos de ser una expresión de malestar puntual, se convierte en un estilo de vida que se alimenta del pesimismo y de la necesidad, muchas veces inconsciente, de atención.
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El ciclo de la queja
Las personas con victimismo crónico suelen experimentar una percepción distorsionada de su realidad: magnifican los eventos negativos, creen que el mundo está en su contra y desarrollan una actitud desconfiada hacia los demás. Este comportamiento no solo las mantiene en un estado de sufrimiento continuo, sino que también las aísla y limita su capacidad para pedir ayuda o encontrar soluciones.
Psicología y Mente señala que el victimismo puede derivar, con el tiempo, en un trastorno paranoide de la personalidad, sobre todo cuando se acentúa la creencia de que los demás actúan con mala fe.
“No son capaces de pedir ayuda a nadie, se limitan a lamentarse por su mala suerte de toparse con indeseables”, apunta el sitio. Esta tendencia puede tener un trasfondo de manipulación emocional: las quejas buscan generar atención, culpa o protagonismo.
¿Cómo relacionarte con un victimista crónico?
La recomendación de los especialistas es clara: establece límites, no entres en su juego emocional ni te dejes arrastrar por su visión del mundo. Puedes expresar apoyo si muestran disposición real al cambio, pero es fundamental dejar en claro que no estás ahí para validar una actitud que se repite sin intención de transformarse.
También se sugiere cuidar tu propio bienestar emocional: no permitas que te culpen por sus problemas, y recuerda que cada quien es responsable de lo que decide hacer con lo que le sucede.