Durante años, la cáscara de pepino ha sido desechada por costumbre, sin saber que en esa fina piel verde se esconde un verdadero tesoro nutricional al alcance de tus manos.
Más allá de su textura crujiente, la cáscara de pepino es rica en fibra insoluble, vitaminas y antioxidantes que benefician tanto la salud interna como la apariencia externa.
Una de sus propiedades más destacadas es su alto contenido de sílice, un mineral que promueve la producción de colágeno y fortalece la piel, el cabello y las uñas.
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También contiene vitamina K, fundamental para la salud ósea, y potasio, que ayuda a regular la presión arterial, mientras según la nutricionista Valeria Lozano, la cáscara de pepino aporta una gran cantidad de antioxidantes que ayudan a combatir el estrés oxidativo.
Por si fuera poco, su alto contenido de fibra mejora la digestión, regula el tránsito intestinal y contribuye a una sensación de saciedad prolongada. Además, posee propiedades diuréticas y antiinflamatorias, lo que la convierte en una excelente aliada para combatir la retención de líquidos y reducir la hinchazón abdominal.
Para aprovecharla, basta con lavar bien el pepino (preferiblemente orgánico) y consumirlo sin pelar en ensaladas, jugos verdes o incluso infusiones.
También puede aplicarse de forma tópica: triturada y mezclada con yogur natural para crear una mascarilla calmante y refrescante para el rostro.